JUVENAL
Sátira XV, vv. 131-147

[…]
La naturaleza confiesa haber dado
al género humano corazones blandísimos,
porque nos entregó las lágrimas.
Esta es nuestra parte óptima: el sentimiento.
Por ello, incita a llorar por la miseria
de un amigo caído como reo en un juicio,
ante un pupilo que denuncia a su tutor,
cuyo rostro se desagua en lágrimas,
dejando inciertos sus cabellos de niña.
Lloramos cuando el imperio de la naturaleza
nos hace hallar el funeral de una virgen
o cuando la tierra sepulta a un niño
demasiado pequeño para el fuego de la pira.
¿Quién es tan digno y bueno para creer que,
cual Ceres, no hay desgracia para sí?
Esto nos separa de las bestias mudas,
y, por ende, tuvimos la suerte de ser capaces
de tener el ingenio de las divinidades,
aptos para inventar y ejercitar las artes,
recibimos el sentimiento desde el castillo de los cielos,
del que carecen cuyos rostros miran a la tierra.
[…]

[…]
mollissima corda
humano generi dare se natura fatetur,
quae lacrimas dedit. haec nostri pars optima sensus.
plorare ergo iubet causam dicentis amici
squaloremque rei, pupillum ad iura vocantem
circumscriptorem, cuius manantia fletu
ora puellares faciunt incerta capilli.
naturae imperio gemimus, cum funus adultae
uirginis occurrit uel terra clauditur infans
et minor igne rogi. quis enim bonus et face dignus
arcana, qualem Cereris uolt esse sacerdos,
ulla aliena sibi credit mala? separat hoc nos
a grege mutorum, atque ideo uenerabile soli
sortiti ingenium diuinorumque capaces
atque exercendis pariendisque artibus apti
sensum a caelesti demissum traximus arce,
cuius egent prona et terram spectantia.
[…]

Satira XV
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